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El balance de los 100 primeros días de Biden entre vacunas, clima y economía

Han pasado 100 días desde el día de la investidura en el Capitolio. Vacunas, clima, economía: ¿qué balance hace la nueva administración Biden?

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Hace de 100 días, Joe Biden, el ganador de las elecciones presidenciales de noviembre, realizó el habitual juramento de su cargo en el Capitolio. Fue una ocasión para el primer escrutinio de su administración, que sancionó el regreso de los demócratas a la Casa Blanca tras el interregno de Donald Trump.

Hay dos puntos principales: Biden se ha quitado la etiqueta de «Joe el dormilón» con decretos ejecutivos, tratando de desmontar, paso a paso, los cimientos de la América de The Donald, pero también de volcar las relaciones diplomáticas con los socios internacionales -sanciones a Rusia, retirada de Afganistán y reconocimiento del genocidio armenio, entre lo más destacado- en un momento de máxima tensión con el magnate. Por otra parte, según una encuesta realizada por el Washinton Post y la cadena Abc, algo más del 50% de los ciudadanos estadounidenses se declararon satisfechos con la primera temporada de Biden.

Hagamos un balance aproximado de los 100 días de Biden, siguiendo tres pautas cruciales para el futuro: la campaña de vacunación, la lucha contra el cambio climático y las intervenciones económicas. Con una nota al final de los problemas no resueltos.

  1. La campaña de vacunación supera las expectativas

Biden lo había prometido: el negacionismo velado de Trump, el no uso obligatorio de la mascarilla, sus golpes a las eminencias de la ciencia estadounidense, serían sustituidos por un positivismo 2.0, donde la ciencia ilumina al ejecutivo y no mendiga el consenso político. Misión cumplida: en plena sinergia con las máximas autoridades científicas del país, Biden ha dado un acelerón decisivo a la campaña de vacunación -protegida por un entramado de medidas restrictivas que ha minado el enfoque blando de Trump- y ha ordenado el regreso de Estados Unidos a las filas de la OMS.

En Estados Unidos, que sin duda puede contar con la producción de las grandes farmacéuticas en su país, desde Pfizer hasta Moderna, 140 millones de ciudadanos (42,9%) han recibido su primera dosis, mientras que otros 95 (29,2%) han sido vacunados. Sólo el Reino Unido mantiene el ritmo, mientras que Europa -que paga el precio de AstraZeneca, y en general de los diversos pasos en falso del Eurogobierno- se mantiene a distancia.

En resumen, Biden parece haber ganado la batalla, tal vez la guerra: la campaña de vacunación turboalimentada ya ha permitido a la administración demócrata poner fin a la obligación de las mascarillas en el exterior, y con la reapertura gradual del esperado repunte del PIB -estimaciones de la Fed- pasa al 6,5%.

  1. Acelerar la lucha contra el cambio climático

Luego está el tema de la lucha contra el cambio climático. Biden, que ciertamente no pertenece a la corriente verde de los demócratas, ha dedicado buena parte de su tiempo a vapulear la arquitectura trumpiana, compuesta por continuas concesiones a las petroleras y una sustancial indiferencia en materia de ecosostenibilidad.

La ecosostenibilidad, sin embargo, parece ser el nuevo pivote de la economía dispuesto a resurgir de las cenizas de la pandemia. Y Biden lo sabe bien: en sus 100 días, el número uno de los demócratas ha ordenado el regreso de Estados Unidos en los Acuerdos de París, firmados en 2015 durante la Conferencia del Clima de París, ha revocado los permisos para la construcción de Keystone XL, el oleoducto capaz de transportar hasta 830.000 barriles de petróleo al día desde Canadá hasta Nebraska, y ha destinado nuevos fondos para infraestructuras, con especial atención a la industria del coche eléctrico, en la que se juega con China el liderazgo de la automoción del futuro.

  1. Un estímulo fiscal récord, a pesar de la brecha en el impuesto de sociedades

Una lluvia de estímulos fiscales. Así es como Biden marcó su territorio en el tema de la economía: primero, 1.900.000 millones de dólares para desfibrilar el sistema estadounidense desbordado por la pandemia, con cheques únicos para millones de ciudadanos, y luego una nueva maxi-maniobra de 3.000.000 millones, despojada del componente asistencial de la primera ronda de estímulo y con un enfoque en las inversiones en infraestructuras.

Pero la cosa no acabó ahí: Biden, en un esfuerzo por frenar el dumping fiscal, está impulsando un impuesto de sociedades, o más bien un impuesto mínimo global que podría socavar el atractivo de los paraísos donde las grandes empresas estadounidenses esconden su capital. Una elección que divide, sin embargo: algunos observadores, de hecho, señalan que la represión de las empresas estadounidenses puede acabar repercutiendo en el volumen de empleo, y además en una fase histórica en la que el empleo se ha desinflado hasta nuevos mínimos históricos. Tal vez haya aquí grietas en el consenso popular.

  1. Problemas no resueltos

En definitiva, los primeros 100 días de Biden, a pesar de un tibio consenso -aunque pesa la polarización política del país, exacerbada por el duelo electoral con Trump-, parecen haber dejado ya su impronta: EE UU será de los primeros en salir de la pandemia, el estímulo fiscal pondrá en marcha la economía y la renovada sensibilidad sobre el cambio climático, que está llevando a redibujar los contornos del sistema estadounidense, podría valer una considerable ventaja competitiva para el futuro.

Sin embargo, queda mucho camino por recorrer: Biden había prometido resolver la crisis migratoria «bajo la bandera de la humanidad y la acogida», pero en el balance, aparte de la suspensión de la construcción del muro con México, no hay ningún giro de 180 grados. También se esperan nuevas políticas destinadas a contener el excesivo poder de las Big Tech -y aquí pesa la financiación otorgada por Silicon Valley a los demócratas- e intervenciones decisivas en materia de armas, con los hechos de sangre que siguen manchando el suelo estadounidense.

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James García Rodríguez
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