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Donald Trump acabó con la masiva migración en Necoclí y el Tapón del Darién

Mito, realidad y cómo está hoy el municipio

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Durante varios años, Necoclí fue sinónimo de filas interminables de mochilas, niños durmiendo sobre cartones y familias enteras esperando una lancha para seguir su viaje hacia el norte. Este pequeño municipio a orillas del golfo de Urabá se volvió punto clave para quienes cruzaban el Tapón del Darién con la esperanza de llegar a Estados Unidos.

Entre 2020 y 2023, las imágenes de miles de migrantes varados dieron la vuelta al continente. Se habló de crisis humanitaria, de abandono del Estado y de un pueblo turístico convertido en gigantesco campamento al aire libre.

Al bajar la presión en Necoclí, muchos comenzaron a decir que Donald Trump “acabó” con la migración masiva por esa ruta, gracias a sus políticas duras contra el ingreso irregular a Estados Unidos. En este artículo se revisa qué había antes, qué cambió con las decisiones de Washington y qué está pasando hoy en Necoclí, sin eslóganes ni propaganda, solo con una pregunta central: ¿qué fue lo que realmente se transformó?

Cómo llegó Necoclí a ser el epicentro de la migración por el Tapón del Darién

Por qué el Tapón del Darién se volvió una ruta masiva hacia Estados Unidos

El Tapón del Darién es una selva densa y lluviosa que separa a Colombia de Panamá. No hay carretera, hay ríos caudalosos, lodo, montañas, animales salvajes y grupos armados. Durante años fue sinónimo de zona prohibida. Sin embargo, se convirtió en una de las rutas más usadas para llegar a Norteamérica.

¿Por qué alguien arriesgaría la vida por allí? Varias piezas encajaron al mismo tiempo:

  • Cierre o control de otras rutas: Volar a México o a Centroamérica se hizo más caro y más difícil. Muchos países empezaron a exigir visado a nacionales de Haití, Venezuela u otros países que antes podían entrar con más facilidad.
  • Costos por vía aérea: Un tiquete de avión para una familia entera era inalcanzable. En cambio, el paso por el Darién, aunque caro para un bolsillo común, parecía “pagable” en comparación.
  • Redes de tráfico de personas: En varios países surgieron intermediarios que ofrecían la ruta del Darién como si fuera un “paquete” de viaje. Minimizaron los riesgos, prometieron acompañamiento y presentaron la selva como un mal necesario.
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En ese mapa, Necoclí se volvió punto de encuentro. Migrantes de Haití, Venezuela, Cuba, pero también de países de África y Asia, llegaban primero a Brasil o Chile, luego subían por Sudamérica y terminaban en este municipio antioqueño.

Allí compraban tiquetes en lancha hacia Capurganá o Acandí y, desde esas playas, comenzaban la caminata por la selva hacia Panamá. Necoclí era la antesala de la parte más peligrosa del viaje.

Necoclí, un municipio turístico convertido en refugio improvisado

Hasta antes del auge migratorio, Necoclí se conocía por sus playas tranquilas, sus cocos fríos y sus fiestas de mar. Los hoteles eran pequeños, la mayoría de familias, y el pueblo vivía sobre todo del turismo nacional.

De un momento a otro, las calles se llenaron de carpas, colchonetas y plásticos tendidos en cada rincón. En el malecón, donde antes se veían turistas tomando cerveza y escuchando música, comenzaron a verse centenares de migrantes acostados sobre sus mochilas.

Los cambios se sintieron rápido:

  • Subieron los precios de alquileres.
  • La comida se encareció por la demanda constante.
  • Los servicios públicos se vieron presionados por tanta gente sin infraestructura pensada para eso.

Una tendera contaba, casi en susurros, que al principio sintió miedo:
“Yo veía a tanta gente extranjera y pensaba que algo malo iba a pasar. Después entendí que venían cansados, con hambre. Venían con niños. Dejé de verlos como amenaza y empecé a verlos como personas igual que uno, solo que en otro punto del camino”.

Del otro lado, un migrante haitiano relataba, mientras protegía a su hija de la lluvia con una bolsa negra:
“Dormimos tres noches en la playa, mojados. No es un lugar malo, la gente a veces ayuda, pero no hay dónde estar. Todo cuesta y ya no tenemos dinero”.

El pueblo se convirtió en un refugio improvisado sin baños suficientes, sin comedores comunitarios estables y con una administración local sin recursos para manejar esa magnitud de personas.

Emergencia humanitaria: hacinamiento, hambre y falta de instituciones

En los momentos más duros, conseguir un cupo en una lancha hacia Capurganá era como ganar una rifa. Tanto por control de las autoridades como por el negocio que se armó, los tiquetes se agotaban, los precios variaban y había largas listas de espera.

Mientras tanto, la gente se quedaba atrapada en Necoclí. Se veían colas eternas frente a las boleterías, familias completas cargando bolsas con arroz o sardinas para aguantar los días extra. Muchos dormían al aire libre o bajo techos prestados.

Organizaciones humanitarias instalaron puntos de atención, entregaron agua y algo de comida. Médicos voluntarios atendían deshidratación, infecciones y crisis de ansiedad. Sin embargo, la respuesta era pequeña frente al tamaño de la necesidad.

El gobierno local se declaró superado. Un municipio pensado para unas cuantas decenas de miles de habitantes atendía, de golpe, a miles de personas de paso.

En ese contexto, comenzaron las discusiones sobre quién debía responder.
¿Colombia, por permitir el tránsito?
¿Panamá, por la siguiente fase del viaje?
¿O Estados Unidos, por ser el destino final y el gran imán de esperanza?

Ese debate abrió la puerta a otro tema: el impacto de los cambios en la política migratoria estadounidense y el papel simbólico de figuras como Donald Trump.

¿Donald Trump acabó con la masiva migración por Necoclí y el Darién?

Qué cambió en las políticas migratorias de Estados Unidos con Donald Trump

Donald Trump llegó a la presidencia con un mensaje claro contra la migración irregular. Su discurso fue de mano dura. Eso se tradujo en varias medidas que afectaron a quienes pensaban llegar sin visa a territorio estadounidense.

Entre los cambios más comentados estuvieron:

  • Restricciones más fuertes para pedir asilo.
  • Más presión a México y países de Centroamérica para frenar caravanas.
  • Aumento de deportaciones de personas detenidas en la frontera.
  • Mensajes constantes que advertían sobre endurecimiento y castigos.

Aunque el gran boom del Darién se disparó sobre todo después de 2020, esa etapa dejó un mensaje instalado: Estados Unidos ya no recibiría como antes a quienes llegaran sin papeles.

Hacia el final de su gobierno se usó el llamado Título 42, ligado a la pandemia, para expulsar de forma rápida a muchos migrantes con el argumento de la emergencia sanitaria. Esa herramienta siguió después con la nueva administración y afectó la forma en que la gente calculaba los riesgos del viaje.

Trump no diseñó una política para Necoclí o para el Darién. Sin embargo, su tono y sus normas endurecieron el clima general frente a la migración irregular.

Medidas posteriores: Título 42, cupos, visados y rutas legales

Tras la salida de Trump, la historia no se abrió de golpe. Varios elementos mantuvieron la línea de control, aunque con otros matices.

Entre ellos:

  • Continuación del Título 42 por un tiempo, lo que permitió seguir expulsando personas alegando motivos de salud.
  • Creación de programas de parole humanitario para algunos países, que ofrecían rutas legales y cupos limitados, a cambio de no usar pasos irregulares.
  • Exigencia de registro previo a través de aplicaciones como CBP One, que pedían a los migrantes agendar citas y seguir canales controlados.
  • Cambios en requisitos de visado en países de la región, lo que volvió a cerrar algunas rutas que antes se usaban para volar hasta México o Centroamérica.

Varias de estas medidas no nacieron con Trump, pero sí mantuvieron la idea de controlar la migración desde antes de que las personas llegaran a la frontera. En la práctica, muchas familias comenzaron a escuchar que ya no era tan “fácil” cruzar, que había más expulsiones y que se necesitaba registro previo.

Esto influyó en la decisión de algunos grupos de no usar la ruta del Darién o de buscar otros caminos.

Más allá de Trump: qué otros factores redujeron el flujo por Necoclí

Decir que Donald Trump “acabó” con la migración masiva por Necoclí es una simplificación. Su figura pesa como símbolo, pero el descenso de la presión en el municipio tiene varias causas.

Entre ellas se pueden mencionar:

  • Acciones de Colombia y Panamá: Aumentaron los controles sobre las empresas de transporte marítimo, se establecieron cupos diarios de salida y hubo operativos contra redes de tráfico.
  • Mayor información sobre los riesgos del Darién: Medios, redes sociales y testimonios de sobrevivientes contaron con más fuerza las muertes, las violencias sexuales y las desapariciones en la selva. Muchas personas reconsideraron sus planes al ver esas historias.
  • Cambios en países de tránsito: Ajustes económicos y migratorios en lugares como Brasil, Chile o México, que servían como trampolín para haitianos y otros grupos, modificaron los flujos.
  • Variaciones en la economía global: Cuando hay algo más de empleo o menos inflación en algunos países de la región, ciertas familias aplazan la idea de irse al norte.

Trump influyó como parte de un giro más duro en la política de Estados Unidos y como figura que envió un mensaje de cierre. Pero no actuó solo ni fue el único factor que movió el flujo de Necoclí.

Así está hoy Necoclí: qué cambió después de la emergencia humanitaria

Menos migrantes en las calles, pero la ruta del Darién no ha desaparecido

Quien visite hoy Necoclí notará un cambio inmediato. Ya no se ven las mismas mareas de personas con mochilas ocupando cada esquina del malecón. Hay menos filas kilométricas frente a las oficinas donde se venden tiquetes de lancha y mayor control sobre quién compra y cómo viaja.

La ruta del Darién, sin embargo, no desapareció. Sigue activa, con subidas y bajadas en el número de personas. Parte del flujo se ha movido a otros municipios o se organiza de forma más discreta, con menos exposición pública.

Para muchos habitantes locales la sensación es de alivio. Pueden caminar de nuevo por el centro sin tener que esquivar carpas. El ruido disminuyó y los servicios públicos sienten menos presión.

Al mismo tiempo, hay una idea de fondo: esto podría cambiar otra vez si hay una nueva ola migratoria. Nadie en el pueblo se atreve a decir que el problema se cerró para siempre.

¿Recuperación económica y turística o solo una calma parcial?

Con menos migrantes a la vista, el municipio intenta volver a venderse como destino turístico. Algunos hoteles recuperaron su clientela habitual de familias que llegan desde Medellín o Montería para pasar el fin de semana.

Los dueños de pequeños negocios sienten una mezcla de sensaciones. Un hotelero cuenta que durante la crisis migratoria llenaba siempre sus cuartos, pero al costo de un estrés enorme.

“Había dinero, sí, pero también peleas, deudas, gente que no podía pagar porque se le acababa el efectivo. Ahora vendo menos, pero duermo mejor”, dice.

Los restaurantes notan la llegada de más visitantes colombianos, aunque el nombre de Necoclí sigue asociado, en muchos medios, a la palabra “migrantes”. Esa fama espanta a algunos turistas que buscan lugares “tranquilos” y sin problemas.

Además, quedaron heridas económicas: comerciantes endeudados por haber ampliado locales que luego se vaciaron, y familias que invirtieron en alojamientos informales esperando una demanda que ya no es la misma.

Lecciones para Necoclí, Colombia y la región frente a futuras olas migratorias

La experiencia dejó varias lecciones que van más allá de Necoclí. Una de las más claras es que los municipios de frontera o de paso no pueden enfrentar solos flujos tan grandes de personas.

Se necesitan:

  • Planes de contingencia pensados antes de la crisis.
  • Más coordinación entre alcaldías, gobernaciones y gobierno nacional.
  • Apoyo real de organismos internacionales cuando la situación humanitaria se dispare.

También quedó en evidencia que depender de la decisión de un solo presidente extranjero es frágil. Hoy puede haber una política más dura y mañana otra más abierta. Lo que se mantiene son las causas profundas que empujan a la gente a irse: falta de trabajo, violencia, crisis políticas.

Hablar de rutas seguras, de información clara para los migrantes y de políticas que reduzcan esas causas en los países de origen puede ser más efectivo que confiar en que una sola figura “cierre” la migración.

Margarita Martinez

Margarita Martínez es enfermera y redactora apasionada por el bienestar. Escribe sobre temas de estilo de vida, adolescencia y salud, combinando su experiencia clínica con una mirada cercana y humana.

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