Ni la alimentación ni el sedentarismo El otro gran motivo de tu colesterol ‘malo’ alto

¿Te cuidas bastante, miras las etiquetas, haces algo de ejercicio y aun así tu analítica sale con el colesterol LDL alto? Es frustrante. Parece que hagas lo que hagas, los números no bajan.
Muchas veces se señala solo a la comida y a la falta de movimiento. Y claro que influyen, pero no son los únicos responsables. Existe un tercer factor, mucho menos visible, que puede disparar el colesterol: la genética y otros procesos internos del cuerpo.
En este artículo verás, con palabras sencillas, qué es el colesterol, qué papel tienen la alimentación y el sedentarismo y, sobre todo, qué otros motivos pueden explicar ese LDL alto que no termina de mejorar. La idea es que entiendas qué pasa en tu cuerpo y sepas cuándo pedir ayuda sin culparte por completo de los resultados.
Qué es realmente el colesterol ‘malo’ y por qué importa tanto
Colesterol, LDL y HDL en palabras simples
El colesterol es una grasa que circula por la sangre. El cuerpo la necesita para formar hormonas, vitamina D y muchas estructuras de las células. El problema no es el colesterol en sí, sino la cantidad y la forma en que se reparte.
Para mover esa grasa por la sangre, el organismo usa unas “partículas” que podríamos imaginar como camioncitos:
- LDL: es el «camioncito» que lleva colesterol desde el hígado hacia los tejidos.
- HDL: es el «camioncito» que recoge el colesterol sobrante y lo devuelve al hígado para que se elimine.
El LDL se conoce como colesterol “malo” porque, cuando hay demasiado, deja parte de esa carga pegada en las paredes de las arterias. Por el contrario, el HDL se llama colesterol “bueno” porque ayuda a limpiar ese exceso.
En una analítica suelen aparecer estos valores:
- Colesterol total
- Colesterol LDL
- Colesterol HDL
- Triglicéridos
Lo ideal es tener el LDL lo más bajo posible según tu riesgo, el HDL en un nivel aceptable y los triglicéridos controlados. La dieta rica en grasas poco saludables, el sedentarismo, el tabaco y el sobrepeso suelen empeorar este equilibrio, aunque no siempre explican todo lo que pasa.
Qué pasa en el cuerpo cuando el colesterol LDL sube demasiado
Cuando el LDL está alto durante años, parte de ese colesterol se va quedando en las paredes de las arterias. Se forma lo que se conoce como placa de aterosclerosis, una especie de “costra grasa” que estrecha los vasos sanguíneos.
Con el tiempo, esa placa puede:
- Reducir el espacio por donde pasa la sangre.
- Inflamarse y romperse.
- Formar un coágulo que cierre la arteria por completo.
Si esto ocurre en las arterias del corazón, aumenta el riesgo de infarto. Si pasa en las arterias del cerebro, puede provocar un ictus. Lo complicado es que el colesterol alto no suele doler ni dar señales claras hasta que el problema es serio.
Por eso es tan importante entender por qué el LDL está elevado. No solo para “salir bien” en la analítica, sino para proteger el corazón y las arterias a largo plazo.
Si no es solo por la dieta ni por el sedentarismo, qué está subiendo tu colesterol ‘malo’
Aquí entra en juego el gran olvidado: tu interior. Y dentro de ese interior, la genética tiene un peso enorme, junto con las hormonas, algunas enfermedades y ciertos medicamentos.
Hay personas que comen bastante mal y tienen el colesterol solo un poco elevado. Y otras que llevan una vida muy cuidada y, aun así, muestran un LDL disparado. Esto no es casualidad.
El gran olvidado: tu genética puede disparar el colesterol
Los genes que heredas de tus padres influyen en cómo tu hígado fabrica, usa y elimina el colesterol. En algunas personas, esos genes hacen que:
- El hígado produzca más colesterol del que necesita el cuerpo.
- Se elimine peor el colesterol de la sangre.
Cuando el problema es muy marcado, se habla de hipercolesterolemia familiar. Es una condición hereditaria en la que el LDL está muy alto desde edades jóvenes, incluso en personas delgadas y activas.
Señales de alarma que invitan a sospechar de la genética:
- Varios familiares con colesterol alto.
- Infartos u otros problemas cardiovasculares antes de los 55 años en hombres o 65 en mujeres.
- Valores de LDL muy altos aunque comas sano y te muevas.
En estos casos, la dieta y el ejercicio ayudan, pero con frecuencia no bastan para llevar el colesterol a niveles seguros. Se suele necesitar tratamiento con medicación desde relativamente pronto, para reducir el riesgo a largo plazo.
Hormonas, tiroides y otras enfermedades que alteran el colesterol
No todo es herencia. Las hormonas y otras enfermedades también influyen en cómo tu cuerpo maneja las grasas.
Algunos ejemplos:
- Hipotiroidismo: cuando la tiroides va “lenta”, el metabolismo se vuelve más pausado y el cuerpo quema menos grasas. El resultado suele ser aumento de LDL y, a veces, de peso y cansancio.
- Síndrome de ovario poliquístico (SOP): puede alterar hormonas sexuales e insulina, y eso se refleja en un perfil de lípidos peor.
- Diabetes mal controlada: sube triglicéridos y suele bajar el HDL.
- Enfermedad renal o hepática: el hígado y los riñones son claves para procesar y eliminar grasas, si fallan, el colesterol y los triglicéridos se desordenan.
Solo con una analítica completa, y en ocasiones pruebas extra, el médico puede identificar estos problemas. Por eso no basta con culpar al plato de comida, hace falta mirar más a fondo.
Medicamentos y otros factores que también influyen en tu colesterol
Varios tratamientos habituales pueden cambiar tus niveles de colesterol, sobre todo si se toman durante mucho tiempo. Algunos ejemplos:
- Ciertos anticonceptivos hormonales.
- Corticoides orales o inyectados, cuando se usan de forma prolongada.
- Algunos tratamientos para el VIH.
- Medicación para enfermedades autoinmunes.
A esto se suman factores que a veces se pasan por alto:
- Consumo frecuente de alcohol.
- Tabaquismo.
- Estrés crónico y falta de descanso.
La idea clave es esta: el colesterol no refleja solo lo que hay en tu plato, también muestra lo que pasa por dentro y lo que tomas a diario.
Cómo saber si tu colesterol ‘malo’ alto se debe a la genética u otros factores ocultos
Saber de dónde viene el problema puede cambiar tu estrategia y, sobre todo, aliviar mucha culpa. No se trata de rendirse, sino de entender en qué terreno juegas.
Cuándo sospechar que no es solo cuestión de alimentación o ejercicio
Algunas pistas pueden ayudarte a pensar que hay algo más que dieta y sedentarismo:
- Tu colesterol LDL sale muy alto en varias analíticas, aunque ya hayas mejorado tu alimentación.
- Haces actividad física de forma regular, no fumas y mantienes un peso bastante estable.
- Hay familiares cercanos con colesterol muy alto, infartos tempranos o bypass.
- Te han diagnosticado hipotiroidismo, SOP, diabetes u otra alteración hormonal.
Si te ves en esta descripción, no tiene sentido seguir castigándote. En vez de pensar “lo estoy haciendo todo mal”, puede que el mensaje sea “necesito estudiar mejor qué pasa en mi cuerpo”.
Qué pruebas puede pedir tu médico para encontrar la causa real
El primer paso suele ser un perfil lipídico, que incluye:
- Colesterol total.
- LDL.
- HDL.
- Triglicéridos.
A partir de ahí, el médico puede completar con una analítica más amplia:
- Hormonas tiroideas (TSH, T4).
- Glucosa y, en ocasiones, hemoglobina glicosilada.
- Función hepática y renal.
En casos de sospecha de hipercolesterolemia familiar, sobre todo si hay antecedentes fuertes, puede solicitarse un estudio genético. No siempre se hace, pero cada vez se usa más para ajustar el tratamiento y recomendar pruebas a otros familiares.
Lo importante es no automedicarse con pastillas para el colesterol que sobran en casa, ni dejar de tomar medicación por tu cuenta. El control debe ser periódico y guiado por un profesional.
Lo que sí puedes hacer: hábitos y tratamiento cuando la genética no ayuda
Aunque tu genética no acompañe, hay mucho que puedes hacer para reducir el riesgo:
- Elegir una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, legumbres, frutos secos y aceite de oliva.
- Limitar grasas trans (bollería industrial, precocinados) y reducir azúcares añadidos.
- Mantener una actividad física regular, aunque sea caminar a buen ritmo casi cada día.
- No fumar y moderar el alcohol.
En muchos casos, el médico recetará estatinas u otros fármacos para bajar el LDL. Piensa en ellos como unas gafas: si ves mal, las usas para proteger tu vista y tu calidad de vida. Aquí pasa lo mismo, los medicamentos ayudan a proteger tus arterias.
El objetivo no es tener una analítica “perfecta”, sino disminuir al máximo la probabilidad de infarto, ictus u otros problemas graves. Cada punto que baja tu LDL cuenta a tu favor.





