Santa Rosa de Yavarí: el territorio que tiene en conflicto a Perú y Colombia
La tenencia de la isla es actualmente de conflicto diplomático entre Colombia y Perú

La isla Santa Rosa de Yavarí, un pequeño pero estratégico territorio fluvial en medio del Amazonas, ha vuelto a ser foco de tensión diplomática entre Perú y Colombia. La reciente alusión del presidente colombiano Gustavo Petro sobre la soberanía del lugar ha reavivado un tema sensible y poco discutido: los límites en la llamada triple frontera, donde convergen Leticia (Colombia), Tabatinga (Brasil) y Santa Rosa (Perú).
Lejos de los centros políticos de decisión, pero en el corazón mismo de Suramérica, Santa Rosa alberga a unas tres mil personas cuya vida diaria transcurre entre tres países. El territorio pertenece oficialmente a Perú, y su presencia institucional se ha fortalecido recientemente con la promulgación de una ley que la reconoce como distrito, paso que ha sido interpretado en Colombia como un movimiento geopolítico con trasfondo. En Leticia, ciudad que se encuentra a solo diez minutos en lancha, algunas voces han señalado el acto como una afirmación provocadora en una zona que siempre ha sido disputada de forma silenciosa.
Sin embargo, en Santa Rosa el nacionalismo peruano se manifiesta más en las banderas ondeando y en las procesiones religiosas que en discursos oficiales. La comunidad recuerda con orgullo el día en que se izó por primera vez la bandera bicolor, en 1974, como el inicio de una pertenencia que hoy sienten reafirmada. A pesar de ello, viven en medio de una profunda precariedad: falta de hospitales adecuados, escasez de agua potable, electricidad intermitente y carencia de servicios esenciales son parte del día a día.
El comercio transfronterizo
La isla se sostiene principalmente del comercio transfronterizo. El abastecimiento llega desde Iquitos, pero también desde Colombia y Brasil, lo que ha generado un mercado donde tres monedas conviven: soles, pesos y reales. La convivencia en la región es fluida, aunque marcada por una constante sensación de olvido estatal.
Para los niños de Santa Rosa, estudiar muchas veces implica cruzar a Leticia o a Tabatinga, en busca de mejores condiciones. Las urgencias médicas siguen el mismo camino: los pacientes deben ser trasladados en lancha a otras ciudades para recibir atención que no está disponible en la isla. Una vecina lo resumió así ante medios locales: “Vivimos en un abandono, no tenemos un hospital adecuado ni cementerio. A veces, para cuestiones de salud o entierros, hay que cruzar a Tabatinga o a Colombia”.
La declaración del presidente Petro, que sugirió la necesidad de revisar la soberanía en este punto de la Amazonía, no pasó desapercibida. En Perú, las autoridades reforzaron su presencia institucional, mientras que en Leticia, las reacciones han sido más diplomáticas. El alcalde Elquin Uní Heredia defendió la relación de cercanía con la comunidad isleña, destacando la cooperación como eje de convivencia.
Santa Rosa se mantiene así, como una isla que, pese a su ubicación periférica, sigue estando en el centro de una disputa diplomática que resurge cada tanto. Y mientras las decisiones se toman a cientos de kilómetros, sus habitantes continúan navegando un día a la vez, entre tres países, tres monedas, y una identidad que flota en las aguas del Amazonas.