Alerta global: casi un tercio de la población mundial sufre hambre, según la FAO
La situación se ha recrudecido por los conflictos que se presentan, por ejemplo, en el Medio Oriente

El hambre sigue siendo una de las crisis más graves y extendidas del planeta, a pesar de los avances tecnológicos y el crecimiento de la producción agrícola en algunas regiones. De acuerdo con datos recientes de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), cerca del 30% de la población mundial enfrenta actualmente condiciones de inseguridad alimentaria, en niveles moderados o severos.
Esta cifra representa un aumento significativo frente a los niveles registrados antes de la pandemia de COVID-19 y pone en entredicho los compromisos asumidos por la comunidad internacional, que había fijado como meta erradicar el hambre para el año 2030.
La investigadora Miriam Lira, quien ha recopilado estos datos y los ha analizado en profundidad, señala que solo un 28% de la población global —unos 2.300 millones de personas de un total estimado de 8.142 millones para 2024— logra mantener una alimentación considerada adecuada. Es decir, más de 5.800 millones de personas sufren carencias alimentarias en algún grado.
África encabeza el panorama
África subsahariana encabeza el panorama más crítico: en esa región, el 58% de la población se encuentra en situación de inseguridad alimentaria, una proporción que duplica ampliamente el promedio mundial. América Latina y el Caribe reportan una afectación del 25%, mientras que Asia, a pesar de mostrar algunos signos de recuperación tras los picos inflacionarios de 2022, alcanza un 23%. Europa y América del Norte presentan los mejores indicadores, con apenas un 8% de población vulnerable en términos de acceso a alimentos.
Las causas del deterioro son múltiples y complejas. A los efectos de conflictos armados y crisis geopolíticas —que interrumpen cadenas de suministro y desplazan a comunidades enteras— se suma el impacto del cambio climático, que ha afectado los patrones de lluvias y reducido los niveles de producción agrícola en muchas regiones. También preocupa la pérdida de biodiversidad, que debilita la resiliencia de los sistemas agrícolas frente a fenómenos extremos.
A nivel económico, otro factor relevante es la volatilidad en los precios de los alimentos, que ha dificultado la comercialización para pequeños productores, y ha encarecido el acceso para millones de familias. A pesar de los subsidios en algunos países desarrollados, el equilibrio entre producción y acceso sigue siendo precario en gran parte del mundo.
En este contexto, los expertos advierten que el objetivo de alcanzar el “hambre cero” en esta década parece cada vez más lejano. La crisis alimentaria no es un problema aislado ni ajeno a la toma de decisiones políticas. La falta de liderazgo internacional serio y coherente, y la indiferencia ante una emergencia que afecta a cientos de millones de personas, son parte del problema.
A medida que el siglo XXI avanza, con todas sus capacidades técnicas y sus contradicciones sociales, el hambre continúa siendo una herida abierta. No por falta de recursos, sino por ausencia de voluntad global. La frase de Dante en su Divina Comedia —“Abandonad toda esperanza, vosotros que entráis”—, escrita en otro tiempo y en otro contexto, resuena con fuerza hoy en medio del drama silencioso de quienes cada día luchan por sobrevivir sin lo más básico: el alimento.