La «pobre viejecita», no es tan «pobre»: la historia de Doña Segunda
La reciente controversia que envolvió al emblemático Piqueteadero Doña Segunda en Bogotá ha captado la atención de los colombianos. Más allá de la imagen de una «pobre viejecita» que se ha propagado, una investigación más profunda revela una realidad más compleja.
La obligatoria factura electrónica
En un esfuerzo por modernizar y transparentar el sistema tributario, la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) implementó la factura electrónica como requisito obligatorio para todos los establecimientos comerciales del país. Sin embargo, el Piqueteadero Doña Segunda fue uno de los 19 negocios que la DIAN cerró temporalmente en Bogotá por incumplir con esta normativa.
Según los reportes, los hijos de Doña Segunda intentaron cumplir con este requerimiento, pero enfrentaron dificultades técnicas que les impidieron expedir las facturas electrónicas de manera efectiva. Esto provocó el cierre del establecimiento por tres días, generando preocupación entre los clientes habituales.
Más que una «pobre viejecita»
Si bien la imagen de Doña Segunda como una «pobre viejecita» conmovió a muchos colombianos, un análisis más detallado revela que su negocio es, en realidad, una operación de gran escala. Según reportes, Doña Segunda se ha apoderado de una gran esquina en el barrio 12 de Octubre, donde se ubica su piqueteadero, y emplea a más de 20 personas.
Sin embargo, a pesar de los ingresos que genera el piqueteadero, se ha señalado que Doña Segunda no proporciona a sus empleados los beneficios de salud y pensión que les corresponden por ley. Este hecho ha generado críticas por parte de usuarios en redes sociales, quienes cuestionan la imagen de «pobre viejecita» que se ha intentado proyectar.
La respuesta de las autoridades
La situación del Piqueteadero Doña Segunda ha suscitado reacciones encontradas, tanto en las redes sociales como en la esfera política. Algunos usuarios han criticado duramente a la DIAN por su supuesta falta de compasión hacia la «pobre viejecita», mientras que otros han defendido la acción de la entidad, argumentando que Doña Segunda debe cumplir con las regulaciones como cualquier otro establecimiento comercial.
Por su parte, el senador David Luna, del partido Cambio Radical, lamentó lo ocurrido y criticó al gobierno del presidente Gustavo Petro, afirmando que es «implacable» con los «abuelos trabajadores», en contraste con su supuesta «suavidad» hacia «delincuentes y mafiosos». Sin embargo, esta declaración fue refutada por otros usuarios, quienes señalaron que Doña Segunda no es una simple «abuela trabajadora», sino que su negocio es una empresa de gran tamaño que debe cumplir con las obligaciones tributarias y laborales.
Doña Segunda
Más allá de la controversia mediática, la presencia digital de Doña Segunda también ha sido objeto de análisis. En redes sociales, se ha señalado que la «pobre viejecita» es, en realidad, una figura utilizada por sus hijos para generar simpatía y mover el lucrativo negocio familiar.
Un video compartido por el ‘tiktoker’ César Gamboa revela que el Piqueteadero Doña Segunda mantiene una fila constante de clientes, lo que evidencia su gran afluencia y rentabilidad. Además, se ha indicado que los hijos de Doña Segunda son quienes realmente administran el establecimiento, mientras que la imagen de la «abuela trabajadora» se utiliza estratégicamente para generar una narrativa conmovedora.
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